Charles Darwin - La expresión de las emociones (1)


Alegría, buen humor, amor, sentimientos de ternura, devoción 

La risa es en primer lugar la expresión de la alegría –Ideas hilarantes. –Movimientos de las facciones durante la risa. –Naturaleza del sonido producido. –Secreción de lágrimas durante las carcajadas. –Gradación de las carcajadas hasta una suave sonrisa. –Buen humor. –La expresión de amar.-Sentimientos ternura. –Devoción. 

Cuando la alegría es intensa conduce a diversos movimientos sin finalidad como bailotear, dar palmoteos, patalear, etc., y dar carcajadas. La risa parece ser ante todo la expresión de la mera alegría o felicidad. Vemos claramente en los niños cuando juegan que están casi sin cesar riendo. En las personas jóvenes, una vez pasada la infancia, cuando están de buen humor hay siempre muchas risas carentes de significado. Homero describe la risa de los dioses como «la exhuberancia de su celestial alegría después de su banquete cotidiano». Un hombre sonríe -y sonreír es, como veremos, un paso hacia la risa- al encontrar a un viejo amigo en la calle, del mismo modo que lo hace ante cualquier placer inocuo tal como aspirar un agradable perfume (1). Laura Bridgman, debido a su ceguera y sordera, no podía haber adquirido ninguna expresión por imitación y sin embargo cuando se le comunicó por el lenguaje de gestos la llegada de la carta de un amigo a quien quería, «rió y aplaudió, y el color subió a sus mejillas». En otras ocasiones se la había visto patear de alegría (2). 
Las personas idiotas o imbéciles proporcionan también buenas pruebas de que la risa o la sonrisa expresan ante todo mera felicidad o alegría. El Dr. Crichton Browne, con quien estoy en deuda, como en tantas otras ocasiones, por los frutos de su amplia experiencia, me informa de que en los idiotas la sonrisa es la expresión emocional que prevalece y la más frecuente de todas. Muchos idiotas son malhumorados, apasionados, inquietos, con un estado de ánimo doliente, o bien estólidos por completo, y en tales casos nunca se ríen. Otros ríen con frecuencia de un modo carente de todo sentido. Así, un muchacho idiota incapaz de hablar se quejaba al Dr. Browne , por medio de signos, de que otro muchacho del asilo le había puesto un ojo morado y la queja se acompañaba con «explosiones de risa y con el rostro lleno de las más abiertas sonrisas». Hay otra amplia clase de idiotas que está de continuo alegre y afable y es en ellos constante la risa y la sonrisa (3). Sus semblantes exhiben a menudo una sonrisa estereotipada. Su contento tiende a aumentar y hacen muecas alegres, emiten risas ahogadas y retozonas cuando se les pone delante la comida o cuando se les acaricia, se les muestra colores llamativos u oyen música. Algunos ríen más de lo común cuando deambulan de un lado para otro o emprenden cualquier ejercicio muscular. Es probable que el contento de muchos de estos idiotas no pueda asociarse, según señala el Dr. Browne, con unas ideas particulares: simplemente experimentan placer y lo expresan con risas o sonrisas. En los casos de imbecilidad más bien profunda, la vanidad personal parece ser el motivo más corriente de risa, y de acuerdo con esto el placer derivado de la aprobación de su conducta. 
En las personas adultas la risa se provoca por causas muy distintas de aquellas que son suficientes durante la infancia, pero es dudoso que esta consideración pueda aplicarse a la sonrisa. La risa es, en este sentido, análoga al llanto, que está en los adultos casi limitado a la enfermedad mental, mientras que en los niños se produce por un dolor corporal o cualquier sufrimiento, así como a causa del miedo o la rabia. Se han escrito muchas curiosas discusiones sobre las causas de la risa en las personas adultas. La cuestión es muy complicada. La causa al parecer más común es el hecho de algo incongruente o inexplicable que provoque sorpresa y cierto sentimiento de superioridad al que se ríe, siempre que éste se encuentre en un estado de ánimo alegre (4). Las circunstancias deben carecer de importancia: ningún hombre pobre reiría o sonreiría al enterarse de pronto de, que le han legado una gran fortuna. Si el ánimo resulta conmovido con intensidad por sentimientos de placer y sobreviene cualquier pequeño suceso o idea inesperados, entonces -y tal como advierte el Sr. Herbert Spencer (5) – «se impide de pronto el flujo de una gran cantidad de energía nerviosa en vez de permitir que se agote por sí misma, produciendo cantidad equivalente de pensamientos y emociones nuevas que irán creciendo» ... «El exceso debe auto-descargarse en alguna dirección, y de ahí que se produzca un flujo a través de los nervios motores hacia diversos tipos de músculos, dando lugar a las acciones semiconvulsivas que denominamos risa». Una observación que corrobora este punto fue realizada por un corresponsal durante el reciente sitio de París. En efecto, los soldados alemanes, después de una violenta excitación por haber estado expuestos a un sumo peligro, estaban mejor dispuestos que nunca para estallar en carcajadas ante el más leve chiste. Así también, cuando los niños pequeños están empezando a llorar, un suceso inesperado puede ser capaz a veces de transformar su llanto en risas, acción ésta que sirve igual de bien para liberar su energía nerviosa superflua. 
Se dice a veces que la imaginación siente un cosquilleo agradable ante ideas divertidas. El así llamado «cosquilleo de la mente» tiene un curioso parecido con el del cuerpo. Todos conocen lo desmesurado de las risas infantiles y hasta qué punto sus cuerpos se convulsionan cuando se les hace cosquillas. Los monos antropomorfos también emiten, como ya vimos, un sonido reiterado que se corresponde con nuestra risa cuando se les hace cosquillas, sobre todo en las axilas. Una vez toqué con un trozo de papel la planta del pie de uno de mis hijos cuando tenía tan sólo siete días y retiró el pie de un tirón encogiendo los dedos tal como haría un niño mayor. Dichos movimientos, al igual que la risa producida por las cosquillas, son sin duda movimientos reflejos. Esto se demuestra también por los diminutos músculos lisos que sirven para erizar cada uno de los pelos del cuerpo, que se contraen en torno a la zona estimulada (6). Sin embargo las risas por una idea jocosa, aun cuando involuntarias, no pueden considerarse de un modo estricto como acciones reflejas. En este caso y en el de las risas por cosquilleo, la mente debe estar en una situación placentera: puede ocurrir que un niño pequeño se eche a llorar de miedo si quien le hace cosquillas es un extraño. El toque debe ser suave y la idea o suceso divertido debe carecer de importancia. Las zonas del cuerpo más sensibles a las cosquillas son las menos expuestas al roce habitual, tales como las axilas, la zona interdigital del pie, que por lo general están en contacto con una superficie amplia. No obstante, la superficie sobre la que nos sentamos proporciona una notable excepción a esta regla. De acuerdo con Gratiolet (7), ciertos nervios son mucho más sensibles a las cosquillas que otros. Teniendo en cuenta el hecho de que un niño apenas consigue hacerse cosquillas a sí mismo, o puede hacerlo en mucho menor medida que cuando le hace cosquillas otra persona, parece que el lugar preciso que va a ser tocado no debe ser conocido. De igual modo respecto a la mente, algo inesperado -una idea nueva o incongruente que rompa la cadena habitual del pensamiento-parece ser un factor de peso para la hilaridad. 
El sonido de la risa se produce por una profunda inspiración seguida de una contracción corta, interrumpida, espasmódica, del pecho y en especial del diafragma (8). De ahí la expresión: «reírse por los dos costados» *. Debido a las sacudidas del cuerpo la cabeza se mueve de un lado a otro. La mandíbula inferior tiembla de arriba a abajo tal como ocurre en algunas especies de babuinos cuando están muy contentos. 
* Expresión que no sé si es muy castellana. La inglesa dice: laughter holding both his sides. 
Durante la risa la boca se abre en mayor o menor medida, con sus ángulos muy dirigidos hacia atrás y también un poco hacia arriba. El labio superior aparece un tanto elevado. La retracción de los ángulos de la boca se aprecia mejor en la sonrisa moderada y en especial en una sonrisa abierta -este último epíteto confirma que la boca se abre. En las figuras que se acompañan (1 y 3, Lámina ) se han fotografiado diferentes grados de risa moderada y de sonrisa. La sonrisa de la pequeña muchacha con el sombrero se debe al Sr. Rejlander. El Dr. Duchenne insiste (9) repetidas veces en que bajo la emoción de la alegría la boca se activa sólo mediante el músculo cigomático mayor, que sirve para tirar de los ángulos de la boca hacia atrás y hacia arriba, a juzgar por la manera en que quedan siempre expuestos los dientes superiores durante la risa y la sonrisa abierta, así como a partir de mis propias sensaciones, no me cabe duda de que entran también en acción moderada algunos de los músculos que pasan junto al labio superior. Los músculos orbiculares, superior e inferior, de los ojos, están al mismo tiempo contraídos en mayor o menor medida, y tal como se explicó en el capítulo sobre el llanto, hay una conexión estrecha entre los orbiculares, sobre todo los superiores, y algunos de los músculos que pasan junto al labio superior. Henle señala (10) al respecto que cuando una persona cierra con firmeza un ojo, no puede evitar el retraer el labio superior del mismo lado; por el contrario, si alguien coloca el dedo sobre su propio párpado inferior y después descubre los incisivos superiores todo lo que pueda, a medida que el labio superior es empujado con fuerza hacia arriba sentirá que los músculos del párpado inferior se contraen. En el dibujo de Henle ofrecido en el grabado, fig. 2, puede verse cómo el músculus malaris (H) que rodea al labio superior casi forma parte integrante del músculo orbicular inferior. 



El Dr. Duchenne ha proporcionado una amplia fotografía de un hombre mayor (reducida en la lámina, fig. 4) en su estado tranquilo habitual, y otra del mismo hombre (fig. 5) sonriendo con naturalidad. Todos aquellos a quienes se les enseñó reconocieron al instante la naturalidad efectiva de esta última. También ha proporcionado, como ejemplo de sonrisa no natural o falsa, otra fotografía (fig. 6) del mismo hombre mayor con los ángulos de la boca muy retraídos por la galvanización de los músculos cigomáticos mayores. Está claro que esta expresión no es natural, pues enseñé esta fotografía a 24 personas, tres de las' cuales no pudieron de ningún modo decir lo que significaba, mientras que los demás, aunque percibieron que la expresión era una especie de sonrisa, contestaron con expresiones tales como: «un chiste malicioso», «intento de risa», «risa burlona», «medio risa, medio asombro», etc. El Dr. Duchenne atribuye toda la falsedad de la expresión a los músculos orbiculares del párpado inferior por no estar contraídos lo suficiente, pues de hecho él da gran importancia a esa contracción en las expresiones de alegría. Sin duda hay mucho de acertado en esta opinión, aunque a mi juicio no es del todo verdad. La contracción de los orbiculares inferiores viene acompañada siempre, como hemos visto, por el desplazamiento hacia arriba del labio superior. Si en la figura 6 el labio superior hubiera sido activado así, aun en ligera medida, su curvatura hubiese sido menos rígida, el surco naso-labial resultaría un poco diferente y la expresión total hubiese resultado, a mi entender, más natural, con independencia del efecto más llamativo producido por la mayor contracción de los párpados inferiores. Más aún, el músculo superciliar está en la figura 6 demasiado contraído, produciendo un pliegue, y este músculo nunca actúa bajo el influjo de la alegría excepto en una risa muy pronunciada o en una carcajada. 
A causa del desplazamiento hacia atrás y hacia arriba de los ángulos de la boca por la contracción de los músculos cigomáticos mayores y a causa de la elevación del labio superior, las mejillas se desplazan hacia arriba. Se forman así arrugas bajo los ojos y, en el caso de las personas mayores, en los extremos externos. Son muy características de la risa y la sonrisa. Según se intensifica una débil sonrisa hasta una más firme o incluso hasta la risa, cualquiera puede sentir y observar atendiendo a sus propias sensaciones y mirándose en un espejo, que a medida que el labio superior es empujado hacia arriba y se contraen los orbiculares inferiores, las arrugas de los párpados inferiores y las de debajo de los ojos se intensifican o aumentan mucho. Al mismo tiempo, como he observado repetidas veces, las cejas están un poco bajadas, lo cual demuestra que tanto los orbiculares superiores como los inferiores se contraen por lo menos algo, aunque esto suela pasar desapercibido cuando se trata de nuestras propias sensaciones. Si la fotografía original del hombre mayor con el semblante en estado normal tranquilo (fig. 4) se compara con aquella en que está .sonriendo con naturalidad, puede advertirse que en esta última las están un poco caídas. Sospecho que esto se debe a que los orbiculares superiores, por la fuerza del prolongado hábito asociado, son empujados a actuar en una cierta medida en conjunción con los orbiculares inferiores, que se contraen a su vez de acuerdo con el empuje hacia arriba del labio superior. 
La tendencia de los músculos cigomáticos a contraerse por emociones placenteras se manifiesta en un hecho curioso del que me ha informado el Dr. Browne, refiriéndose a pacientes que sufren la parálisis general del insano (11). «En esta enfermedad existe casi siempre un optimismo -ilusiones de riqueza, rango, magnificencia- un gozo anormal, benevolencia y prodigalidad, mientras que su más temprano síntoma físico es el temblor de los extremos de la boca y del ángulo interno de los ojos. Se trata de hechos bien conocidos. La constante agitación trémula de los músculos parprebal inferior y cigomático mayor, constituyen la patognomia de los primeros estadios de la parálisis general. El semblante ofrece una expresión plácida y benevolente. A medida que la enfermedad avanza se ven afectados otros músculos, pero hasta que se alcanza la fatuidad total, la expresión que predomina es de una suave benevolencia». 
Dado que en la risa y en la sonrisa abierta las mejillas y el labio superior están muy elevados, la nariz parece acortarse y la piel del puente se llena de finas arrugas en dirección trasversal, con otras líneas oblicuas longitudinales a los lados. La hilera superior de los dientes suele quedar visible. Se forma un surco naso-labial muy marcado que va desde cada una de las aletas de la nariz hasta el ángulo correspondiente de la boca, pliegue que a menudo es doble en las personas de cierta edad. 
El brillo y centelleo de los ojos es característico de un estado de placentero o divertido, y también la retracción de los ángulos de la boca y del labio superior con las arrugas que en tal caso se originan. Incluso los ojos de los idiotas microcefálicos, quienes están tan degradados que nunca aprenden a hablar, brillan un poco cuando están satisfechos (12). En las carcajadas los ojos están demasiado bañados por las lágrimas como para centellear, pero la humedad que segregan las glándulas en la risa moderada o en la sonrisa puede contribuir a darles brillo, si bien esto debe tener una importancia por completo secundaria ya que en el caso de la pena aparecen apagados, a pesar de que entonces suelen estar humedecidos. Su brillo parece deberse sobre todo a la tirantez (13) por la contracción de los músculos orbiculares y por la presión de las mejillas elevadas. Sin embargo, de acuerdo con el Dr. Piderit, quien ha discutido este punto con mayor amplitud que ningún otro escritor (14), la tirantez puede atribuirse en gran medida a que los globos oculares se llenan de sangre y otros fluidos en virtud de la aceleración circulatoria que produce la excitación del placer. Piderit llama la atención sobre el contraste entre la apariencia de los ojos en un paciente héctico con una circulación rápida y la de un hombre que sufre el cólera, cuando casi todos los fluidos de su cuerpo están drenados. Cualquier causa que frene la circulación apaga los ojos. Recuerdo haber visto a un hombre postrado del todo a causa de un continuo y duro esfuerzo durante un día muy caluroso, y cómo un mirón comparaba sus ojos con los de un bacalao cocido. 
Volvamos a los sonidos que se producen durante la risa. Podemos entender de un modo confuso cómo la emisión de sonidos de cierto tipo podría haber llegado a asociarse normalmente con un estado de ánimo placentero. Pues a lo largo de todo el reino animal se emplean sonidos vocales o instrumentales, ya sea como reclamo o como seducción entre los sexos. También se emplean como señal de un encuentro alegre entre los padres y sus crías, y entre miembros de la misma unidad social que mantienen algún vínculo. Pero no sabemos por qué los sonidos que emite el hombre cuando está contento tienen la peculiar y reiterada característica de la risa. De todos modos podemos observar que suelen ser lo más distintos posible de los chillidos o gritos de disgusto. y como en la emisión de estos últimos las espiraciones son prolongadas y continuas, y las inspiraciones breves y entrecortadas, cabría quizá esperar respecto a los sonidos producidos por la alegría que las espiraciones fueran cortas y bruscas y las inspiraciones prolongadas. Pues bien, así. es como ocurre. 
Otra cuestión oscura saber por qué en la risa corriente los ángulos de la boca se retraen y el labio superior se eleva. La boca no debe estar abierta en toda su amplitud, pues cuando esto ocurre durante el paroxismo de una risa. excesiva es difícil que pueda emitirse sonido alguno, o bien se produce un cambio de tono que parece entonces originarse en lo más profundo de la garganta. Los músculos respiratorios e incluso los de los miembros son al mismo tiempo sacudidos por rápidos movimientos vibratorios. La mandíbula inferior suele participar de este movimiento, lo cual tiende quizá a prevenir el que la boca se abra en demasía. No obstante, como ha de salir fuera un considerable volumen de sonido, el orificio de la boca debe ser amplio y quizá sea esta finalidad lo que hace que se retraigan los ángulos de la boca y se eleve el labio superior. Aunque es difícil explicar la forma de la boca durante la risa, que hace que se formen arrugas bajo los ojos, o el sonido peculiar y reiterado de la risa, o el estremecimiento de las mandíbulas, podemos no obstante suponer que todos estos efectos se deben a la misma causa común, por cuanto todos ellos son característicos y expresivos de un estado de ánimo placentero en diversos tipos de monos. 
Puede seguirse una serie graduada desde la risa violenta y la moderada pasando por la sonrisa amplia, la sonrisa suave, hasta la simple expresión de buen humor. Durante una risa excesiva todo el cuerpo suele echarse hacia atrás y sacudirse o incluso convulsionarse. La respiración está muy alterada; la cabeza y la cara se inundan de sangre con las venas dilatadas, y los músculos orbiculares se contraen de un modo espasmódico para proteger los ojos; se segregan lágrimas en abundancia. Por todo ello, y tal como se señaló al principio, apenas cabe encontrar diferencias entre el rostro bañado en lágrimas de una persona tras un ataque de risa excesiva y después de un amargo acceso de llanto. (15) Quizá se deba a la estrecha similitud entre los movimientos espasmódicos producidos por estas dos emociones tan diferentes el que los pacientes histéricos rían y lloren con intensidad y de modo alternativo, y el que los niños pequeños pasen a veces de golpe de un estado a otro. El Sr. Swinhoe me informa de que ha visto a menudo cómo los chinos cuando sufren una pena profunda rompen en accesos histéricos de risa. 
Estando yo ansioso por saber si las lágrimas se derraman libremente durante los excesos de risa en la mayoría de las razas humanas, me informaron mis corresponsales de que así era en efecto. Uno de los ejemplos fue recogido en los hindúes, y ellos mismos afirman que les ocurre con frecuencia. También ocurre así en los chinos. Las mujeres de una tribu salvaje de malayos en la Península de Malaca derraman a veces lágrimas cuando ríen a conciencia, aunque es algo que ocurre pocas veces. En los dyaks de Borneo debe ser muy frecuente, al menos entre las mujeres, pues oí del Rajá C. Brook que es una expresión muy común decir: «casi lloramos de risa». Los aborígenes de Australia expresan sin trabas sus emociones, y mis corresponsales les describen saltando de un lado para otro y aplaudiendo con las manos a causa de la alegría y con no menos frecuencia riéndose a carcajadas. Por lo menos cuatro observadores han advertido cómo sus ojos se inundaban abiertamente en tales ocasiones, y en uno de los casos las lágrimas caían por las mejillas. El Sr. Bulmer, misionero de una zona remota de Victoria, observa «que tienen un agudo sentido del ridículo; son excelentes mímicos y cuando uno de ellos es capaz de imitar las peculiaridades de algún miembro de la tribu ausente es muy habitual oírles a todos en el campo retorciéndose de risa». Difícilmente hay algo que provoque con tal facilidad la risa de los europeos como la mímica, y es un tanto curioso encontrar el mismo hecho en los salvajes de Australia, quienes constituyen una de las razas más peculiares del mundo. 
En las tribus de cafres de Sudáfrica, sobre todo en el caso de las mujeres, los ojos se llenan de lágrimas durante las risas. Gaika, el hermano del jefe Sandilli, respondió a mis preguntas sobre la cuestión con estas palabras: «Sí, es una costumbre suya». Sir Andrew Smith ha visto la cara pintada de una mujer hotentote toda arrugada y con lágrimas después de un acceso de risa. En el norte de África, en los abisinios, las lágrimas se segregan en esas mismas circunstancias. Por último, en Norteamérica se ha observado el mismo hecho en una tribu de las más aisladas v salvajes, aunque se da sobre todo en las mujeres. En otra tribu se observó tan sólo en una ocasión. 
Como se dijo antes, de la risa excesiva se pasa gradualmente a la risa moderada. En este último caso los músculos que rodean los ojos están mucho menos contraídos y aparecen pocas o ninguna arruga. Entre una sonrisa suave y una risa abierta apenas hay diferencia, excepto que en la sonrisa no se emite ningún sonido reiterado, aunque al comienzo de la sonrisa puede escucharse con frecuencia una simple y más bien intensa espiración o un ligero ruido –una risa rudimentaria. En un semblante algo sonriente puede aún detectarse la contracción de los músculos orbiculares superiores por un débil descenso de las cejas. La contracción del músculo orbicular inferior y del palpebral es mucho más clara y se manifiesta en las arrugas de los párpados inferiores y de la piel que hay por debajo de ellos, junto con un débil desplazamiento hacia arriba del labio superior. Desde la sonrisa más amplia pasamos, por un ligero cambio, a la más apacible. En este último caso las facciones se mueven en mucha menor medida y mucho más despacio, y la boca se mantiene cerrada. La curvatura del pliegue naso-labial es también un poco diferente en ambos casos. Vemos así que no puede dibujarse ninguna línea abrupta de demarcación entre el movimiento de las facciones durante la risa más violenta y una sonrisa muy tenue  (16). 
Puede decirse .por tanto que una sonrisa es el primer estadio en el despliegue de una risa. Sin embargo cabe sugerir una concepción diferente y más plausible, a saber, que el hábito de emitir reiterados sonidos intensos por una sensación de placer condujo primero a la retracción de los ángulos de la boca y del labio superior, y a la contracción de los músculos orbiculares; y que ahora, debido a la asociación y a un hábito prolongado, los mismos músculos entran un poco en actividad cada vez que una causa provoca en nosotros un sentimiento que, de ser más intenso, habría conducido a la risa. El resultado es una sonrisa. 
Ya sea que juzguemos la risa como el desarrollo completo de una sonrisa o, cosa más probable, que veamos una sonrisa suave como último indicio, fijado con firmeza a través de muchas generaciones, del hábito de reír siempre que estamos alegres, podremos seguir en nuestros hijos el paso gradual entre una y otra. Aquellos que tienen a su cargo niños pequeños saben muy bien que es muy difícil estar seguros de cuándo ciertos movimientos que afectan a la boca son realmente expresivos, es decir, cuándo sonríen de verdad. De ahí que yo haya observado con detenimiento a mis propios hijos. Uno de ellos, a la edad de 45 días y en un instante en que su estado de ánimo era de contento, sonrió, o sea, que los ángulos de la boca se retrajeron y al mismo tiempo sus ojos se pusieron sin lugar a dudas brillantes. Observé lo mismo al día siguiente, pero al tercer día el niño no estaba bien del todo y no hubo ningún indicio de sonrisa. Esto confiere mayor probabilidad al hecho de que las sonrisas previas fueran reales. Ocho días después, y durante la semana siguiente, resultó muy claro cómo sus ojos brillaban cada vez que sonreía y al mismo tiempo su nariz se arrugaba de forma transversal. Ello venía ahora acompañado por un ligero balido que quizá representase una risa. A la edad de 113 días estos pequeños sonidos que casi siempre se producían durante la espiración adoptaron un carácter un poco distinto y fueron más abruptos o interrumpidos, como en los sollozos. Se trataba sin duda de una risa incipiente. En ese momento me pareció que el cambio de tono estaba relacionado con la mayor extensión lateral de la boca a medida que las sonrisas se hacían más abiertas. 
En un segundo hijo la primera sonrisa real fue observada en torno a la misma edad, o sea a los 45 días, y en un tercero a una edad algo más temprana. Cuando el segundo niño tenía 65 días sonreía mucho más abierta y claramente que el primero a mencioné cuando tenía la misma edad, e incluso en esta época tan temprana emitía sonidos muy parecidos a la risa. En esta adquisición gradual por parte de los niños del hábito de reír tenemos un caso en cierta medida análogo al del llanto. Así como la práctica es un requisito para los movimientos ordinarios del cuerpo tales como andar, lo mismo parece ocurrir con la risa y el llanto. Por otro lado, el arte de chillar está desarrollado por completo en los niños desde los primeros días, debido a que es de gran utilidad para ellos. 
Buen humor, jovialidad. –Un hombre de buen humor, aunque quizá no sonría de hecho, exhibe por lo común cierta tendencia a la retracción de los ángulos de la boca. Debido a la estimulación del placer, la circulación se hace más rápida, los ojos están brillantes y el color de la cara se aviva. Al ser estimulado por un creciente flujo sanguíneo el cerebro reactiva las facultades mentales; a través de la mente pasan aún con mayor rapidez ideas vivaces y los afectos se despiertan. Cuando se le preguntó a un niño de casi cuatro años que qué quería decir estar de buen humor, oí que respondía: «Es reír, hablar y dar besos». Sería difícil ofrecer una definición más adecuada y práctica. Una persona en ese estado mantiene el cuerpo erguido, la cabeza derecha y los ojos abiertos. No hay decaimiento de las facciones ni contracción de las cejas. Por el contrario, el músculo frontal, según observa Moreau (17), tiende a contraerse un poco, lo cual estira las cejas, elimina todo indicio de ceño, arquea algo las cejas y eleva los párpados. De aquí que la frase latina exporrigere frontem -desarrugar el ceño- signifique estar jovial o alegre. Toda la expresión de una persona de buen ánimo es exactamente opuesta a la del que sufre una aflicción. De acuerdo con Sir C. Bell, «en todas las emociones de regocijo las cejas, párpados, ventanas de la nariz y ángulos de la boca se elevan. En las pasiones deprimentes ocurre todo lo contrario». Bajo la influencia de las últimas el ceño se pone pesado; los párpados, mejillas, boca, la cabeza en suma, descienden. Los ojos están apagados, el semblante pálido y la respiración len ta. En la alegría la cara se ensancha y en la pena se alarga. No pretendo asegurar que el principio de la antítesis haya tenido aquí su parte para producir estas expresiones opuestas, ayudando a las causas inmediatas que ya se han especificado y que parecen suficientemente claras. 
En todas las razas humanas parece ser igual la expresión de un buen estado de ánimo y se reconoce con facilidad. Mis informadores, desde diversas partes del Viejo y el Nuevo Mundo, contestan de modo afirmativo a mis preguntas sobre la cuestión y proporcionan algunas peculiaridades referentes a los hindúes, malayos, y neozelandeses. El brillo de los ojos en los australianos ha sorprendido a cuatro observadores y el mismo hecho ha sido advertido en los hindúes, neo-zelandeses y en los dyaks de Borneo. 
A veces los salvajes expresan su satisfacción no sólo sonriendo sino por gestos que derivan del placer de comer. Así el Sr. Wedgwood (18) citando a Petherick dice que los negros del Alto Nilo empezaban a frotarse todo el vientre cuando les mostraba sus abalorios, y Leichhardt dice que los australianos se relamen y chasquean la lengua a la vista de sus caballos y bueyes, y sobre todo ante sus perros canguro. Los groelandeses «cuando afirman algo con placer succionan-aire hacia dentro con un cierto sonido» (19) que puede ser una imitación del acto de tragar un alimento sabroso. 
La risa se corta con la firme contracción de los músculos orbiculares de la boca, que impiden al cigomático mayor y a otros músculos tirar de los labios hacia atrás y hacia arriba. A veces el labio inferior se sujeta con los dientes, cosa que da una expresión pícara a la cara, tal como se ha observado en la ciega y sorda Laura Bridgman (20). El músculo cigomático mayor es en ocasiones variable en su acción, y yo he visto-a una mujer joven en quien los depressores anguli oris entraban con fuerza en acción para suprimir una sonrisa, aunque ello no confería en absoluto a su semblante una expresión melancólica gracias al brillo de sus ojos. 
La risa es empleada con frecuencia de modo forzado para esconder o enmascarar algún otro estado de ánimo, incluso la cólera. A vemos personas que ríen para ocultar su vergüenza o timidez. Cuando una persona frunce la boca como para prevenir la posibilidad de una sonrisa aunque no haya nada que la provoque o nada por lo que evitar su expresión abierta, adquiere entonces un aire afectado, solemne o pedante. Pero no es necesario añadir ahora más sobre tales expresiones híbridas. Cuando se trata de una mofa, una sonrisa o risa, sean reales o pretendidas, suelen mezclarse con la expresión propia del desprecio y pueden transformarse en desprecio airado o desdén. En tales casos el significado de la risa o la sonrisa es demostrar a la persona a la que se ofende que sólo provoca diversión. 
Amor, sentimientos de ternura, etc. –Aunque la emoción de amor, como por ejemplo la de una madre por su hijo, es una de las más intensas de que es capaz la mente, es difícil afirmar que tenga algún modo peculiar o propio de expresión. Ello es comprensible por cuanto no ha conducido habitualmente a una línea especial de actuación. Sin duda, y como dicho afecto es una sensación placentera, produce por lo general sonrisas suaves y un cierto brillo en los ojos. Suele experimentarse un intenso deseo de tocar a la persona querida, de forma que el amor se expresa por este procedimiento con mayor claridad que por cualquier otro (21). De ahí que anhelemos estrechar en nuestros brazos a aquellos a quienes amamos con ternura. Quizá debamos este deseo a un hábito heredado, en asociación con la crianza y cuidado de nuestros hijos y con las caricias mutuas de los amantes. 
En los animales inferiores observamos el mismo principio de placer derivado del contacto asociado con el amor. Es evidente que los perros y los gatos sienten placer al frotarse contra sus amos o sus amas y al ser acariciados o palmeados por ellos. Muchos tipos de monos, según me han asegurado los guardas del Parque Zoológico gozan acariciando y siendo acariciados por otros y por personas a las que se acercan. El Sr. Bartlett me ha descrito la conducta de dos chimpancés, ejemplares de mayor edad que los que suelen importarse a este país, cuando al principio se les colocó juntos: Se sentaron uno frente a otro tocándose entre sí con los labios muy echados hacia fuera, y uno de ellos puso la mano en el hombro del otro. Después se entrelazaron con los brazos. Más tarde se levantaron, cada uno con una mano en el hombro del otro, elevaron la cabeza, abrieron la boca y dieron un aullido de satisfacción. 
Nosotros, los europeos, estamos tan acostumbrados a besarnos como signo de afecto que lo consideramos innato en el género humano. Pero no es así. Steele estaba en un error cuando decía: «La naturaleza fue su autor y comenzó con el primer cortejo». El fueguino Jemmy Button me dijo que tal práctica era desconocida en su tierra. Es también desconocida por los neo-zelandeses, tahitianos, papúes, australianos, somalíes de África y esquimales (22). Es innato o natural en la medida en que parece depender del placer por el contacto estrecho con la persona amada. En diversas partes del mundo se sustituye por el frotamiento de las narices, como en los neo-zelandeses y lapones, o frotando o acariciando los brazos, el pecho, el estómago, o por el golpeteo de la propia cara de una persona con las manos o los pies de la otra. Quizá la costumbre de soplar sobre varias partes del cuerpo como señal de afecto dependa del mismo principio (23). 

Los sentimientos llamados de ternura son difíciles de analizar: parecen ser un compuesto de afecto, alegría y sobre todo simpatía. Dichos sentimientos son en sí mismos de naturaleza placentera, excepto cuando la compasión es demasiado profunda o se despierta el horror, como cuando nos cuentan torturas infringidas a un hombre o un animal. Son interesantes para los puntos de vista que aquí mantenemos por provocar con tanta facilidad la secreción de lágrimas. Muchos padres e hijos han llorado al encontrarse después de una larga separación, sobre todo si el encuentro, ha sido de improviso. Sin duda la alegría extrema tiende a activar por sí sola las glándulas lacrimales, pero en tales ocasiones quizá pasen por sus mentes los previsibles vagos pensamientos de pena que se habrían tenido de no haberse encontrado nunca padre e hijo. Y, como es natural, la pena conduce a la secreción de lágrimas. Así, en el retorno de Ulises: 

«Telémaco 
se levantó y se abrazó llorando al pecho de su padre.
 Entonces la pena encerrada se desató sobre ellos entre vivos suspiros. 
.    .   .   .   .   .
Así, gimieron amargamente con un dolor sin descanso, 
y con su llanto hubiera finalizado el día 
si Telémaco, por último, no hubiera encontrado algo que  decir.» 
Libro XVI, estr. 27 

Así también, cuando Penélope acaba reconociendo a su esposo: 
«Entonces irrumpieron con facilidad las lágrimas de sus párpados, 
corrió hacia él desde donde estaba y echó 
los brazos en torno a su cuello; y un cálido rocío 
de besos descendió sobre él y habló así:» 
Libro XXIII, estro 2

El recuerdo de nuestra primera casa o de los felices días de antaño, provoca con facilidad el que los ojos se inunden de lágrimas, aunque también en este caso lo que existe es el pensamiento de que aquellos días nunca volverán. En tales situaciones puede decirse que nos compadecemos de nosotros mismos, de nuestro presente en comparación con nuestro estado originario. La simpatía con las zozobras de otros, incluso con las miserias imaginarias de una heroína de una historia patética a quien no tenernos afecto alguno, provoca lágrimas reales. Así ocurre con la simpatía por la felicidad de los demás, como la de un amante por fin triunfador, después de costosos intentos, en una historia bien relatada. 
La simpatía parece constituir una emoción distinta o peculiar y especialmente capaz de activar las glándulas lacrimales. Esto es válido tanto si se otorga como si se recibe la simpatía. Cualquiera habrá advertido la facilidad con que rompen a llorar los niños cuando nos compadecemos de ellos por algún pequeño golpe. En los enfermos melancólicos, tal como me informa el Dr. Crichton Browne, una palabra amable provocará a menudo un llanto incontenible. Tan pronto como expresamos nuestra compasión por la pena de un amigo, las lágrimas vienen de inmediato a nuestros El sentimiento de simpatía suele explicarse suponiendo que cuando vemos u oímos el sufrimiento de otro la idea de sufrir se evoca de un modo tan vivo en nuestra propia mente, que sufrimos nosotros mismos. Pero es dudoso que esta explicación pueda bastar, por cuanto no explica la íntima alianza entre simpatía y afecto. Sin duda nuestra simpatía es mucho más profunda respecto a una persona querida que a otra indiferente, y la simpatía de la una nos proporciona mucho más alivio que la de la otra, pero no obstante podemos simpatizar con aquellas personas por quienes no sentimos afecto alguno. 
La razón de que el sufrimiento, cuando lo experimentamos de hecho en nosotros mismos, provoque el llanto, se ha discutido en un capítulo anterior. Respecto a la alegría, su expresión natural y universal es la risa, y en todas las razas humanas las carcajadas conducen a la secreción de lágrimas con más facilidad de lo que lo hace cualquier otra causa excepto la aflicción. El que los ojos se bañen con lágrimas, cosa que sin duda ocurre bajo una gran alegría aunque no haya risas, puede explicarse según creo por medio del hábito y la asociación, sobre los mismos principios que en la efusión de lágrimas por pena, aunque ahora no existan gemidos. De todos modos no es un problema de menor interés el que la simpatía con la aflicción de otros pueda excitar lágrimas con más facilidad que nuestra propia aflicción. Pues bien, esto es de hecho lo que ocurre. Muchos hombres de cuyos ojos ningún sufrimiento propio fue capaz de exprimir una lágrima, han derramado lágrimas frente a los sufrimientos de un amigo querido. Todavía más digno de tenerse en cuenta es el hecho de que la simpatía con la felicidad o buena fortuna de aquellos a quienes amamos con ternura pueda conducir al mismo resultado, mientras que una felicidad similar sentida por nosotros mismos deje quizá secos nuestros ojos. Deberíamos tener en cuenta, sin embargo, que el prolongado y continuo hábito de reprimir, que es tan potente en el control de la efusión abierta de las lágrimas por el dolor, corporal, no ha sido utilizado para prevenir la efusión moderada de las lágrimas por la simpatía con el sufrimiento o la felicidad de los demás. 
Como he intentado mostrar en otra parte (24), la música encierra un sorprendente poder para evocar de un modo vago e indefinido aquellas intensas emociones que se experimentaban en edades ya muy lejanas. cuando -cosa muy probable -nuestros primitivos progenitores se cortejaban entre sí con la ayuda de tonos vocales. y dado que varias de nuestras más intensas emociones -pena, gran alegría, amor y simpatía-conducen a la secreción abierta de lágrimas, no es sorprendente que la música pueda ser apta para hacer que nuestros ojos lleguen a bañarse en lágrimas, sobre todo cuando hemos sido ya ablandados por cualesquiera otros sentimientos de ternura. La música produce con frecuencia otro efecto peculiar. Sabemos que cada sensación, emoción o excitación intensas -dolor extremado, ira, terror, alegría, o la pasión del amor-encierran todas ellas una especial aptitud para provocar el temblor de los músculos. Pues bien, el estremecimiento o ligero escalofrío que recorre de arriba a abajo la espina dorsal y los miembros de muchas personas cuando se sienten profundamente afectados por la música, parece tener la misma relación con el citado temblor del cuerpo que la que existe entre una ligera efusión de lágrimas en virtud de la música y el llanto por cualquier emoción real e intensa. 
Devoción. –Como la devoción está relacionada en alguna medida con el afecto. aunque consiste sobre todo en veneración combinada a menudo con miedo, debemos recoger aquí con brevedad la expresión de este estado de ánimo. En algunas sectas, tanto antiguas como actuales, religión y amor han estado combinados de forma extraña, y se ha mantenido incluso, por lamentable que pueda resultar este hecho, que el ósculo sagrado del amor difiere poco del que un hombre da a mujer o una mujer a un hombre La devoción se expresa sobre todo dirigiendo la cara hacia los cielos con los globos oculares vueltos hacia arriba. Sir C. Bell observa que en la proximidad del sueño, de un desvanecimiento, o de la muerte, las pupilas se dirigen hacia arriba y hacia abajo, y cree que «cuando estamos dominados por sentimientos de fervor y las impresiones externas pasan inadvertidas, los ojos se elevan por una acción que no es ni enseñada ni adquirida» y cree que ello se debe a la misma causa que en los casos anteriores (26). Según he oído al Profesor Donders, es cierto que los ojos se vuelven hacia arriba durante el sueño. En los niños de pecho, mientras succionan la teta de la madre, este movimiento de los globos oculares les confiere un aspecto absurdo de placentero éxtasis. Puede percibirse entonces con claridad que tiene lugar una lucha contra la posición que suele adoptarse durante el sueño, Pero la explicación del hecho ofrecida por Sir C. Bell, que se basa en la aceptación de que ciertos músculos están menos controlados por la voluntad que otros es, por lo que he oído al profesor Donders, incorrecta. Dado que los ojos están a menudo vueltos hacia arriba en la oración, sin que la mente esté tan absorta en el pensamiento como para aproximarse a la inconsciencia o al sueño, es probable que el movimiento sea convencional, es decir, resultado de la creencia común de que los cielos, la fuente del poder divino al que imploramos, está situado por encima de nosotros. 
Una humilde postura de rodillas, con las manos vueltas y las palmas juntas, nos parece ser, por un prolongado hábito, un gesto tan apropiado al fervor que debiera considerarse innato. Sin embargo no he encontrado por mi parte ninguna evidencia de esta impresión en las diversas razas no europeas del género humano. Durante el período clásico de la historia de Roma, según he oído a un excelente especialista en temas clásicos, no parece que juntaran así las manos durante las oraciones. El Sr. Hensleigh Wedgwood parece haber ofrecido la verdadera explicación (27), aunque esto implica que dicha actitud es la del sometimiento del esclavo: «Cuando el suplicante se arrodilla y eleva sus manos con las palmas juntas, representa a un cautivo dando pruebas de su total sumisión al ofrecer las manos para ser atadas por el vencedor. Es la representación pictórica del dare manus latino para significar sumisión». Por todo ello, no es probable que la elevación de los ojos o la unión de las manos abiertas bajo el influjo de sentimientos de devoción sean innatas o acciones que pertenezcan en realidad a la expresión. Difícilmente podría haberse esperado lo contrario, pues es muy dudoso que sentimientos tales como los que clasificaríamos ahora como devoción puedan haber afectado los corazones de los hombres mientras se mantenían en estado incivilizado a lo largo de las edades pretéritas.

Notas
1 Herbert Spencer, «Essays, Scientific», etc., p. 360. 
2 F. Lieber, sobre los sonidos vocales de L. Bridgman, en «Smirhsonian Conrriburions», 1851, vol. II, p. 6. 
3 Ver también, Marshall, en «Phil. Transact.», 1864, p. 
4 El Sr. Bain («The Emotions and the p. 247) tiene una larga e interesante discusión sobre lo Cómico. La cita anterior sobre la risa de los dioses, está tomada de su obra. Ver también, Manderville, «The Fable of the Bees», vol. II, p. 168. 
«The Physiology of Laughter», Ensayos, Segunda serie, 1863, p. 114. 
6 J. Lister en «Quarterly Journal of Microscopical Science», 1853, vol. 1, p. 266. 
7 «De la Psysionornie», p. 186. 
8 Sir C. Bell («Anat. of Expression», p. 147) hace algunas precisiones sobre el movimiento del diafragma durante la risa. 
9 «Mécanisme de la Physionomie Hurnaine», Album, leyenda VI. 
10 «Handbuch der System. Anat. des Menschen», tomo 1, p. 144. Ver mi grabado H, fig. 2. 
11 Ver también las observaciones sobre el mismo efecto hechas por Dr. Crichton Browne en el «Journal of Mental Science», abril, 1871, p. 
149. 
12 C. Vogt, «Mémoire sur les Microcéphales», 1867, p. 21. 13 Sir C. Bell, «Anatorny of Expression», p. 133. 14 «Mimik und Physiognomik», 1867, pp. 63-67. Sir J. Reynolds afirma («Discourses», XII, p. 100): «Es curioso observar, y sin duda es cierto, que los extremos de pasiones contrarias se expresan por las mismas acciones con muy poca variación». Escoge como ejemplo de alegría frenética la de las bacantes, y a María Magdalena como ejemplo de pena. 
16 El Dr. Piderit ha llegado a la misma conclusión. Ibíd., p. 99. 
17 «La Physionomie par G. Lavarer», ed. de 1820, vol. IV, p. 224. Ver también Sir C. Bell, «Anatomy of Expression», p. 172, para las citas que se dan a continuación. 
18 «Dictionary of English Etymology», 2. a ed., 1872, Introducción, p. XIIV. 
Crantz, citado por Tylor, «Prirnirive Culture», 1871, vol. 1, p. 169. 
20 F. Lieber. «Srnithsonian Contributions», vol. II, p. 7. 
21 El Sr. Bain afirma («Mental and Moral Science», 1868, p. 239): «La ternura es una emoción placentera que se despierta de diversas maneras y cuyo empeño es empujar a los seres humanos al abrazo mutuo». 
22 Estas afirmaciones están respaldadas por la autoridad de Sir J. Lubbock, «Prehistoric Times», 2. a ed., 1869, p. La cita de Steele está tomada de esta obra. 
23 Una información completa con referencias puede verse en E. B. Tylor, «Researches into the Early History of Mankind», 2. a ed., 1870, p. 
24 «The Descent of Man», vol. II, p. 336. 
El Dr. Maudsley lleva a cabo una discusión de este efecto en su «Body and Mind», 1870, p. 85. 26 «The Anatomy of Expression», p. 103, Y «Philosophical Transactions», 1823, p. 182. 
27 «The Origin of Language», 1866, p. 146. El Sr. Tylor establece (en su «Early History of Mankind», 2. a ed., 1870, p. 48) un origen más complejo para la posición de las manos durante la oración.


Capítulo 8 de Darwin, Charles: La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Título original: The Expression of Emotions in Animals and Man Traductor: Tomás Ramón Fernández Rodríguez. Alianza Editorial, S,. A., Madrid, 1984



4 comentarios:

karmen blázquez dijo...

Una vez más el genio de Darwin se "entromete" en todo aquello que le rodea,lo interroga, lo compara, y todo ello con esa erudición "natural" de los sabios antiguos;le sirve de modelo tanto Homero, como Shakespeare, al que no cesa de citar; tengo ese libro, querido Gabriel,y es una auténtica joya;es asombrosa la red de "colaboradores" e incluso "corresponsales" que Darwin mantenia en acción constante para relacionar todo aquello que iba ocurriéndosele.Aprovechaba incluso la infancia de sus propios hijos para observar;todo le intrigaba, sobre todo se preguntaba el porqué y el desde cuándo.
Hay un capítulo, sobre la timidez y el sonrojo, que recuerdo con verdadera admiración y placer.
Un fuerte abrazo
k

estafeta dijo...

Gracias, querida Karmen, por este comentario. Me animo a publicar el capítulo al que te refieres. Compartimos ese gusto.
Un abrazo grande
G

Anónimo dijo...

alguien me puede enviar un PDF o archivo Word con la obra completa del libro mencionado de Darwin Expresion... poruqe no lo consigo en ninguna libreria para comprarlo (en Argentina) y ya estoy perdiendo la apciencia jajaja.. saludos.. mi mail es akevaca@hotmail.com
gracias por alguna ayudita!!

Anónimo dijo...

Hola, yo también soy de Argentina y quisiera el libro en versión pdf. Alguien me lo puede enviar? gracias!!! Si es en español mucho mejor!!! Mi mail es avasinia@hotmail.com

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